27/06/2015

Yira, yira

Esta semana ocurrirá un evento tan inusual como desapercibido: el día 30 de junio, en lugar de durar 24 horas exactas, durará ¡24 horas y un segundo! Si quieren verlo, carguen en el navegador algún sitio que dé la hora universal (time.gov, por ejemplo) unos minutos antes de las 21 hora argentina, que es la medianoche de la hora universal. Podrán ver el reloj marcando:
23:59:59
y un segundo después:
23:59:60
y recién un segundo después las:
00:00:00
¿Cómo? ¿Por qué?

El propósito de este segundo intercalar (preferiría decir segundo intercalado pero se llama así) entre la medianoche del 30 de junio y el comienzo del mes de julio es mantener sincronizada la hora mundial con la rotación de la Tierra. Es similar a lo que ocurre con los años bisiestos: la Tierra tarda 365 días y un cuarto en dar una vuelta alrededor del Sol. Pero sería ridículo agregar un cuarto de día al final de cada año. Así que esperamos hasta que se junta un día entero de diferencia, y cada cuatro años intercalamos el día 29 de febrero para mantener ajustado el calendario a la duración de la órbita de la Tierra.

¿Y por qué hay que hacer esto? ¿Acaso la rotación de la Tierra sobre su eje no dura un día exacto, o sea 24 horas, es decir 86400 segundos? ¿Eh?

Bueno, no. Dura casi 24 horas, pero el día (el día solar, para ser más preciso) dura en realidad un cachito más. ¡Apa! ¿Cuánto más? Muy poquito. Hasta hace pocas décadas el estándar de tiempo se definía y se mantenía por medios astronómicos. Pero a fines de los 60s se redefinió el segundo de manera independiente de la rotación de la Tierra, y desde los años 70s se empezó a definir la hora universal usando relojes atómicos, que tienen una estabilidad asombrosa (no atrasan ni adelantan un segundo en cien millones de años). Por supuesto, para muchas cuestiones de la vida la posición del Sol en el cielo sigue siendo importante, así que no podemos simplemente ignorar la rotación de la Tierra.

El resultado es que tenemos dos relojes: el reloj atómico y la rotación de la Tierra, y no marchan a la misma velocidad. La Tierra marcha un poquito más lento. Así que si queremos tenerlos sincronizados, cada tanto tenemos que resetear el tiempo atómico (que se llama UTC, hora universal coordinada) para que coincida con el tiempo astronómico (que se llama UT1, la hora solar media).


Lamentablemente la solución no es tan sencilla como la del calendario, cuyo reseteo venimos haciendo regularmente desde hace siglos, debido a que la rotación de la Tierra es irregular. Así que hay que monitorearla, cosa que hace un organismo internacional con un nombre increíblemente cool: es el Servicio Internacional de Rotación de la Tierra. Usando una red de radiotelescopios distribuídos por todo el mundo rastrean con enorme precisión la posición de un puñado de galaxias extremadamente lejanas y luminosas (llamadas quasars) para saber cómo viene el día. Cuando el desfasaje está llegando a un segundo avisan a todo el mundo con seis meses de anticipación y, ya sea el 31 de diciembre o el 30 de junio, agregan un segundo. Desde que comenzó a funcionar el sistema de relojes atómicos en 1972 se han agregado 26 de estos "segundos bisiestos" para mantener la hora... en hora.

Por si se están preguntando cómo puede ser que la rotación de la Tierra sea irregular, la razón es que la Tierra no es un cuerpo completamente rígido. Debajo de la corteza se encuentra un manto de roca fluida cuyo movimiento, en gran medida impredecible, afecta la rotación. La propia corteza se reacomoda todo el tiempo arrastrada por este manto, además de por ocasionales terremotos grandes. Increíblemente una parte importante del reacomodamiento de la masa terrestre viene de que la delgada corteza de roca no ha terminado de relajarse de la más reciente "era de hielo", cuando enormes glaciares hacían un peso que ya no existe encima de los continentes (el agua de los glaciares está en los océanos, presionando sobre su fondo).

Además de irregular la rotación terrestre es cada vez más lenta, y el día cada vez más largo, debido al freno que pone la Luna sobre la Tierra por acción de las mareas, como ya conté. Así que es improbable que haya que quitar segundos alguna vez. Menos mal, porque encima que el día no te alcanza para nada, mirá si te empiezan a quitar segundos...

¡Update! Filmé el segundo intercalar anoche, con relato de fondo del Pollo Vignolo, un par de minutos después del gol de Pastore (que casi me lo pierdo):

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